Cuando el agua se fue nadie pensó
que no iba a regresar. Todo el mundo
estaba tan ocupado con el Carnaval que no había tiempo para pensar en otra
cosa. Habían pasado ya tres días de culecos
continuos en toda la provincia y el agua, como es usual en esta fiesta, se
despilfarraba. De repente el agua se fue
y tuvieron que suspender los culecos.
Allí empezó la cosa…
La
gente tuvo que regresar a sus hogares con ganas de seguir la mojadera pero sin poder hacerlo. “Dicen
que es un daño” decía la gente, pero nadie sabía quién lo había dicho o qué
tipo de daño era y aunque todo el mundo lo esperó, el gobernador no se
manifestó ese día.
Por andar de fiesta la gente no pudo
recoger agua. Solo unos pocos lograron
llenar algunos tanques amarillos, de esos de pintura, con agua para bañarse,
lavar, cocinar y beber. Así que las
familias tuvieron que salir a los supermercados a comprar agua embotellada para
tomar. Nadie estaba realmente
preocupado, porque en nuestra provincia es usual que el agua o la luz se fueran
varias veces al mes y regresaran al poco tiempo. Pero el agua no volvió esa noche, ni el día
siguiente, ni el que siguió después.
“Tamos
viviendo como los gorgojos” se comentaba por allí. Los titulares en los periódicos decían: “El
gobierno aún investiga el daño, pide paciencia”. Pero el problema no era la paciencia, sino la
falta de agua. Aquel día el gobierno se
manifestó repartiendo tanques vacíos para que la gente almacenara agua y se
pudiera aprovisionar. Irónicamente lo
único que faltaba era el agua.
En
los supermercados el agua se agotó también y los vecinos se reunieron para ir
en grupo a un río en busca de agua para el vecindario. Recuerdo que fuimos en un camión de acarreos
que pagamos entre todos. Cada uno
llevaba consigo los tanques que nos habían regalado. Fue un viaje corto, nuestra provincia se
conoce por sus ríos, tenemos muchos así que el agua no nos haría falta, pero
cuando llegamos al primer río sufrimos la primera decepción. Estaba lleno de basura; había tanta basura
que al río le costaba seguir su cauce.
Había de todo allí, desde refrigeradoras viejas hasta el chasis de un diablo rojo. Era la basura de todos pero como es usual,
nadie la reconoce. “¿Cómo es posible que el gobierno no haya limpiado esto?” alguien
preguntó. Allí nos encontramos un camión
con personas de otro barrio que también trataban de conseguir agua. Acordamos irnos juntos y fuimos al segundo
río el cual era una réplica del primero solo que con más basura. Nos alejamos un poco más hasta llegar al
tercer río pero este último servía como vertedero de una fábrica de mosaicos en
la cual trabajábamos muchos de nosotros.
El agua no se podía utilizar sin correr el riesgo de envenenarse… Era
una lástima. “Tanta agua por el gusto” dijo un viejo.
Esa
noche regresamos con los tanques vacíos a nuestras casas en donde nos esperaban
nuestras familias ansiosas por bañarse.
Nadie se pudo bañar y por eso nadie fue al trabajo. No se podía entrar a los baños por la
hediondez; hubo que hacer las necesidades en el patio. La radio anunció que el gobierno
aparentemente había encontrado el daño pero la pieza necesaria para la
reparación no la había en nuestro país; la mandaron a pedir a China. En otras noticias los carnavalitos son todo
un éxito en las otras partes de la república.
Así
pasaron los días y la cosa se fue poniendo más fea. Al menos de otras provincias venían camiones
llenos de agua que la vendían carísima.
Pero no había de otra, teníamos que adquirirla a cualquier costo. El barrio de nosotros era pobre, así que no
todos pudieron comprar. Era difícil,
para los que habíamos comprado, ver las caras de desesperación de los
demás. Pero no había de otra, eran ellos
o nosotros. Paulatinamente el agua
comenzó a tener más valor que el dinero.
Lo comprobé un día en que la vecina me cambió un collar de plata roto
por medio tanque de agua, estaba desesperada, pero lo acepté por ayudarla
aunque ahora me siento mal por eso pero ni modo. Esto complicó más las cosas porque se
formaron pandillas y empezó la robadera
de agua.
Vivíamos
con miedo de perder nuestra agua y cuando el camión venía ya la repartición no
era ordenada sino más bien una empujadera
en donde solo los más fuertes lográbamos a veces salir con un tanque de agua
limpia. Un día en medio del desorden
voltearon un tanque ajeno y hubo un apuñalado.
La cosa estaba violenta.
La
gente ya ni se acordaba del dinero, todo se pesaba y se medía en agua. Una libra de arroz valía medio litro de agua,
una libra de carne dos litros y medio.
Pronto los camiones dejaron de venir al barrio, porque era más rentable
vender a los más pudientes que podían pagar un precio mayor. Tratamos de manifestarnos pacíficamente, pero
el gobierno no nos escuchó. Marchamos al
centro de la ciudad y hubo disturbios.
Nos echaron a los antimotines.
Nos defendimos con piedras y lo que encontramos en la calle. Hubo fuegos que no se supo quiénes los
causaron en medio del gran saqueo que se formó.
De nada sirvió, porque ese día el gobernador tampoco habló y la sequía
siguió. La televisión anunció que había
que tener paciencia, pronto el daño estaría arreglado.
No
estoy seguro de cuánto tiempo transcurrió, lo que sí puedo asegurar es que
estábamos irreconocibles. El agua no
había vuelto en tanto tiempo que empezamos a olvidar para qué eran los grifos
de nuestras casas. El olor a excremento
y orina de los baños era casi insoportable.
Digo “casi” porque había que soportarlo de todos modos. En mi caso ya me había resignado. No tenía dinero, estaba seguro de que había
perdido mi trabajo y los camiones habían dejado de venir.
La
esperanza nos había abandonado del todo cuando el agua volvió. Fue de repente. Nos dimos cuenta porque un niño, sin saber
qué hacía, abrió un grifo del cual brotó agua cristalina. Todos empezamos a celebrar y pronto nos
olvidamos de las dificultades que habíamos tenido con la sequía. Pusimos música a todo volumen y salimos a
bailar a las calles. Esa noche el
gobernador sí habló en la televisión.
Sorprendentemente no dijo nada sobre limpiar los ríos, o tomar medidas
de prevención contra daños como el que había tenido la potabilizadora, o sobre
cómo debemos cuidar el agua y el valor de esta, sino que decretó que al
siguiente día, para celebrar, habría culecos en toda la provincia.
J.C.O.B.
Este cuento está incluido en la revista web ChichaFuerte.com
Enlaces
de Interés:
ChichaFuerte.com
- http://chichafuerte.com/cuando-el-agua-se-fue-un-cuento-corto/
Excelente!
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