lunes, 26 de febrero de 2018

El Estadio de Futbol (Un cuento) - Sin editar*

En mi ciudad el futbol se juega primordialmente en las panaderías.  Tal vez usted no me lo crea, pero es cierto.  Allí en medio de la gente pidiendo pan y de los dulces de cumpleaños baratos podía vernos enfrascados jugando al futbol en alguna esquina.  A veces la gente inclusive se acercaba a observar y cuando era así nosotros le preguntábamos: ¿sabe usted jugar futbol? y si la respuesta era afirmativa le invitábamos a un partido de 5 minutos solo para demostrarle que no sabían jugar al futbol.

Ahora, no siempre los juegos de futbol eran en las panaderías.  Los eventos importantes, los campeonatos de futbol se jugaban en las bibliotecas, sin que esto, claro, quiera decir que estábamos muy cómodos que digamos.


A mí en lo personal esto de jugar en las panadería o en las bibliotecas nunca me gustó (en el fondo a nadie le gustaba) y mis padres al saber esto hicieron un campo de futbol en mi propia casa.  Le pusieron luces, baños y todas las comodidades que se necesitaban para jugar futbol.  Por ese tiempo funde un equipo y después de hacerlo yo, otros chicos del barrio fundaron equipos también posiblemente por celos.  Qué se yo…  La cosa es que el futbol empezó a mejorar de a poquito y entonces empecé la tradición de los torneitos amistosos en vez de birrias desordenadas.  Tradición que me costó al inicio porque los jugadores de futbol estaban acostumbrados a jugar a su manera; tradición que hoy está bien arraigada me den crédito o no.

El cuadro de futbol en mi casa tuvo algunas críticas, siendo la principal de ellas que no era un terreno neutral, que no era un lugar en donde uno podía llegar sin permiso e irse a la hora que quisiera, lo cual en realidad era cierto.  Y entonces los otros equipos también hicieron pequeños cuadros en sus casas y el futbol se dividió por mucho tiempo en mi ciudad.

Al final todos seguíamos incómodos y el futbol definitivamente no tenía un lugar de reunión específico para practicarlo.

Así pasaron muchos años, póngale 10 si quiere.  Diez años así: jugando en pequeños cuadros de futbol clandestinos que estaban dentro de casas particulares, sin baños para los jugadores, sin graderías, etc.

Después se me ocurrió traer un verdadero entrenador de futbol, porque la verdad era que aunque nosotros pensábamos que jugábamos bien al futbol, lo cierto era que no teníamos ni idea lo que era el verdadero futbol.  Y trajimos un jugador internacional.  El primero de mi ciudad.  El mejor que pudimos costear y mi equipo prosperó.  Mis compañeros se hicieron fuertes y ganamos torneos de futbol por equipos (el campeonato nacional de futbol incluído) y competencias individuales, porque aunque no lo crea también hay torneos de futbol individuales.  Y de pronto los otros equipos también quisieron traer jugadores internacionales y me sentí bien porque había logrado que las cosas mejoraran poniendo el ejemplo.

Solo hacía falta una cosa: un verdadero estadio de futbol.  Me quedé en silencio y esperé.  Hice planes, busque socios y aliados que quisieran ver el futbol florecer.  Hasta que pronto conseguimos los socios suficientes para construir un estadio para mi ciudad.

Y de un momento a otro en el mero centro de la ciudad se erigió un pequeño estadio.  Un templo dedicado a nuestro deporte con luces apropiadas, buen espacio, horarios para juegos, torneos de futbol todos los fines de semana y todas las actividades que pensé iban a hacer de nuestro deporte el mejor y más organizado de todos.  E invité los otros equipos a disfrutar de nuestro estadio y traté de que se sintieran parte del mismo y creí que por fin lograríamos unificar el futbol y hacerlo más fuerte para siempre, pero me equivoqué.  Me equivoqué porque los otros equipos de mi ciudad no vieron mis obras con buenos ojos y pensaron más bien que me quería adueñar del futbol para siempre y que me haría rico (sí, rico, imagínese usted) cobrándole la mensualidad irrisoria que pusimos para cubrir los costos y que pronto me verían manejando un Ferrari a costilla del futbol.  ¡Qué locura!

Y entonces increíblemente los otros equipos parecieron unirse y aún más formaron más equipos de futbol pero sin jugadores; con las vecinas y las señoras del barrio que firmaron para pertenecer al X equipo de futbol.  Gente que en su vida habían jugado futbol.  Y juntos, los otros equipos hicieron una alianza en Pro del futbol (así se llamaron ellos mismos) y se organizaron y revitalizaron de tal manera que lograron finalmente tomar el control del futbol de nuestra ciudad y se organizó un gran campeonato de futbol y a falta de un verdadero estadio, llevaron el futbol de vuelta a las bibliotecas y panaderías como si esto fuera un verdadero triunfo para nuestro deporte.

El estadio se cerró al cabo de un tiempo.  Un estadio de futbol sin jugadores no es un verdadero estadio.  Al final el futbol logró sobrevivir aunque quedó herido de gravedad.  Todavía se pueden ver partidos de futbol en mi ciudad.  Son difíciles de encontrar pero tal vez con un poco de suerte uno puede ver de vez en cuando en esta o aquella panadería, un grupito de jugadores de futbol en alguna esquina enfrascados en su juego sin final.

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