No hay mucho que alguien como yo pueda
decir acerca de esta serie tan premiada y aclamada internacional, pero ha sido
tanto el impacto que ha causado en mí, que he decidido dedicarle una entrada en
mi blog.
Cuando supe que Anthony Hopkins, uno de mis actores preferidos, envió
una carta dirigida a Bryan Cranston para elogiar su labor en la serie
televisiva “Breaking Bad”, quedé
inmediatamente comprometido a verla.
En la carta, Mr. Hopkins se refería a la serie como: “brillante y adictiva”, “como
el mejor trabajo que había visto en toda su vida”. En este punto sentí que exageraba, pero no me
importó y aquella misma noche, como a eso de las 9:00 p.m. le di play en mi computadora al capítulo
número uno. Lo cierto es que no me pude
despegar de mi silla de ruedas hasta que no terminé los siete episodios de la
primera temporada. Fueron cinco horas y
veinticinco minutos… Tenía razón, era excelente.
Me terminó sucediendo más o menos lo
mismo que a Mr. Hopkins y en un periodo
de dos semanas terminé de ver la serie completa. Sesenta y dos episodios; un total aproximado
de 47 horas. Trataré en la medida que me
sea posible evitar los spoilers,
porque mi intención es la vean, pues la recomiendo.
La serie se centra en la vida de un mediocre
profesor de química llamado Walter White. Este personaje está basado probablemente en
un criminal de Alabama con el mismo nombre y los mismos delitos. Walter
es un hombre de clase media, con recursos financieros muy limitados. Casi rayando en la pobreza subsiste a duras
penas con dos trabajos: el de profesor y otro en un car wash por la tarde. Está
casado y el primer hijo del “no tan feliz” matrimonio es un joven con parálisis cerebral. Walter
es un hombre frustrado que vive de las aparariencias…
Su esposa le informa que está
embarazada y es precisamente durante este periodo en donde a Walter se le detecta un cáncer
pulmonar. El doctor le comunica que le
queda poco tiempo de vida a menos que se someta a un riguroso tratamiento que
lamentablemente su seguro de salud no cubre.
La existencia de nuestro querido Profesor
White empieza a desmoronarse. Las
esposa de Walter, decide buscar un
empleo, lo cual no es suficiente para la costosa medicación a la que tiene que
someterse su cónyuge.
Bryan Cranston
interpreta a Walter White. Créditos de la imagen: Cara Thayer and Louie Van Patten.
Es aquí en donde comienza mi reflexión,
pues son este tipo de situaciones donde nuestra sociedad actual, nuestro
complicado y desbalanceado sistema monetario internacional “fabrica” criminales
como Walter White. Hombres decentes que de un momento a otro se
quedan sin opciones, sin esa siguiente
jugada para seguir la complicada partida de ajedrez que nos plantea la
vida.
Cualquiera que vea los tres o cuatro
primeros episodios se dará cuenta que las interrogantes que se plantea Mr. White antes de iniciar sus
actividades delictivas son totalmente razonables: “¿Qué debo hacer? ¿Debo
simplemente morir y dejar a mi esposa, a mi hijo discapacitado y mi hija recién
nacida desamparados?”. Para aquellos
que tenemos familias estas son preguntan que muchas veces rondan nuestra
cabeza.
Mr. White no quería una gran mansión, o un gran colegio
para sus hijos. Él solo quería lo
“básico”. Quería saber que si moría, sus
hijos no quedarían sin educación, su esposa no perdería la casa, y que no
pasarían hambre. Eso era todo.
Por todo esto nuestro amable profesor se convierte en un productor de
Metanfetaminas, una de las drogas más peligrosas en la actualidad y con los
conocimientos que tiene sobre química logra que su “producto” sea inigualable,
y aquel “cristal meth” con el
distintivo color azul se vuelve el mejor en poco tiempo.
La desesperación de Walter White es legítima y sin querer me identifico con ella. Es la misma desesperación que tuvo en algún
momento un porcentaje de los convictos que hoy tenemos en nuestras cárceles:
gente sin chances, quemados
socialmente, sin salida, llenos de deudas, que no tuvieron otro camino que
tomar que la delincuencia para auto-defenderse
de este sistema que tiene una purga permanente contra la clase media para
empujarnos a la pobreza (demás está decir que no me refiero a todos).
Este sistema social del cual hablo
tiene una producción permanente de criminales, como lo he dicho, y la misma
historia lo comprueba. Cuantas veces no
hemos visto grandes gobiernos patrocinar “a
ciertas unidades” que terminan finalmente siendo los protagonistas del
problema.
Es muy probable que si viviésemos en una sociedad utópica en donde cada quien pudiera tener la necesidades básicas
sin tener que preocuparse, la criminalidad bajaría casi a cero. Prueba de esto es que algunos de nuestros
vecinos europeos han estado cerrando cárceles a falta de presos por tener
mejores estructuras sociales. Cosa que
pareciera un sueño en América Latina.
Lo que me preocupa, es que los cambios que se necesitan hacer no se avistan
en el horizonte todavía, y el sistema nos sigue y seguirá presionando, como tentando a que
finalmente el Walter White que todos
tenemos adentro, nuestro lado malo, tome el control total de nuestras vidas.
Enlaces de Interés:
YOUTUBE: The Real
Walter White - http://www.youtube.com/watch?v=HkB9VJdu27M
En Suecia cierran y
venden cárceles por falta de presos - http://www.ellitoral.com/index.php/id_um/94702-en-suecia-cierran-y-venden-carceles-por-falta-de-presos
Cierran cárceles en
Holanda por falta de presos - http://www.datocurioso.net/2013/11/cierran-carceles-en-holanda-por-falta-de-presos/
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