Entre los papeles de mi abuelo he encontrado esta pequeña
joya familiar titulada: El Silencio.
Mi abuela Josefina González falleció hace algunos años,
dejando a mi abuelo en una viudez difícil que de vez en cuando evade con la botella. Estos versos me transportan a
una de esas noches en que él llega tarde a casa y, me imagino, encuentra a mi abuela esperándole dormida en el sillón.
Este poema también estará incluido en el libro Mi Legado Ocueño que, si Dios nos lo
permite, esperamos publicar el próximo año.
EL SILENCIO
Al entrar en su alcoba la encontré sumergida
en su viejo sillón de rústica madera
donde solo a través del cristal de la vidriera
la luna diáfana penetraba entristecida.
en su viejo sillón de rústica madera
donde solo a través del cristal de la vidriera
la luna diáfana penetraba entristecida.
La noche de gris se tornaba, triste y desierta
al dar las doce en la vecina estancia
sentí que emanaba una fragancia
como de lirios místicos o de rosas muertas.
al dar las doce en la vecina estancia
sentí que emanaba una fragancia
como de lirios místicos o de rosas muertas.
¡Qué noche tan feliz!; la besé dormida
en su rostro angelical a mi manera
cual sediento peregrino se desespera
por el líquido vital que devuelve la vida.
en su rostro angelical a mi manera
cual sediento peregrino se desespera
por el líquido vital que devuelve la vida.
Al amanecer un ángel del cielo tocó la puerta
como me encontraba cerca de su lecho
sentí vacilar y palpitar mi pecho
en seguida murmuré: “no latas, que la despiertas”.
como me encontraba cerca de su lecho
sentí vacilar y palpitar mi pecho
en seguida murmuré: “no latas, que la despiertas”.
Leonor Osorio Tejedor
La Chorrera, 1986
La Chorrera, 1986
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