En mi ciudad el futbol se juega primordialmente en las panaderías. Tal vez usted no me lo crea, pero es
cierto. Allí en medio de la gente
pidiendo pan y de los dulces de cumpleaños baratos podía vernos enfrascados jugando al futbol en alguna esquina.
A veces la gente inclusive se acercaba a observar y cuando era así
nosotros le preguntábamos: ¿sabe usted jugar futbol? y si la respuesta era
afirmativa le invitábamos a un partido de 5 minutos solo para demostrarle que
no sabían jugar al futbol.
Ahora, no siempre los juegos de futbol eran en las panaderías. Los eventos importantes, los campeonatos de
futbol se jugaban en las bibliotecas, sin que esto, claro, quiera decir que
estábamos muy cómodos que digamos.
A mí en lo personal esto de jugar en las panadería o en las bibliotecas
nunca me gustó (en el fondo a nadie le gustaba) y mis padres al saber esto hicieron un campo de futbol en mi
propia casa. Le pusieron luces, baños y
todas las comodidades que se necesitaban para jugar futbol. Por ese tiempo funde un equipo y después de
hacerlo yo, otros chicos del barrio fundaron equipos también posiblemente por
celos. Qué se yo… La cosa es que el futbol empezó a mejorar de
a poquito y entonces empecé la tradición de los torneitos amistosos en vez de
birrias desordenadas. Tradición que me
costó al inicio porque los jugadores de futbol estaban acostumbrados a jugar a
su manera; tradición que hoy está bien arraigada me den crédito o no.
El cuadro de futbol en mi casa tuvo algunas críticas, siendo la principal
de ellas que no era un terreno neutral, que no era un lugar en donde uno podía
llegar sin permiso e irse a la hora que quisiera, lo cual en realidad era
cierto. Y entonces los otros equipos también hicieron pequeños cuadros en sus casas y el futbol se
dividió por mucho tiempo en mi ciudad.
Al final todos seguíamos incómodos y el futbol definitivamente no tenía un
lugar de reunión específico para practicarlo.
Así pasaron muchos años, póngale 10 si quiere. Diez años así: jugando en pequeños cuadros de
futbol clandestinos que estaban dentro de casas particulares, sin baños para
los jugadores, sin graderías, etc.
Después se me ocurrió traer un verdadero entrenador de futbol, porque la
verdad era que aunque nosotros pensábamos que jugábamos bien al futbol, lo
cierto era que no teníamos ni idea lo que era el verdadero futbol. Y trajimos un jugador internacional. El primero de mi ciudad. El mejor que pudimos costear y mi equipo
prosperó. Mis compañeros se hicieron
fuertes y ganamos torneos de futbol por equipos (el campeonato nacional de
futbol incluído) y competencias individuales, porque aunque no lo crea también hay torneos de futbol
individuales. Y de pronto los otros
equipos también quisieron traer jugadores internacionales y me sentí bien
porque había logrado que las cosas mejoraran poniendo el ejemplo.
Solo hacía falta una cosa: un verdadero estadio de futbol. Me quedé en silencio y esperé. Hice planes, busque socios y aliados que
quisieran ver el futbol florecer. Hasta
que pronto conseguimos los socios suficientes para construir un estadio para mi ciudad.
Y de un momento a otro en el mero centro de la ciudad se erigió un pequeño
estadio. Un templo dedicado a
nuestro deporte con luces apropiadas, buen espacio, horarios para juegos,
torneos de futbol todos los fines de semana y todas las actividades que pensé iban a
hacer de nuestro deporte el mejor y más organizado de todos. E invité los otros equipos a disfrutar de
nuestro estadio y traté de que se sintieran parte del mismo y creí que por fin
lograríamos unificar el futbol y hacerlo más fuerte para siempre, pero me
equivoqué. Me equivoqué porque los otros
equipos de mi ciudad no vieron mis obras con buenos ojos y pensaron más bien
que me quería adueñar del futbol para siempre y que me haría rico (sí, rico, imagínese
usted) cobrándole la mensualidad irrisoria que pusimos para cubrir los costos y
que pronto me verían manejando un Ferrari a costilla del futbol. ¡Qué locura!
Y entonces increíblemente los otros equipos parecieron unirse y aún más
formaron más equipos de futbol pero sin jugadores; con las vecinas y las
señoras del barrio que firmaron para pertenecer al X equipo de futbol. Gente que en su vida habían jugado
futbol. Y juntos, los otros equipos
hicieron una alianza en Pro del futbol (así se llamaron ellos mismos) y se
organizaron y revitalizaron de tal manera que lograron finalmente tomar el
control del futbol de nuestra ciudad y se organizó un gran campeonato de futbol
y a falta de un verdadero estadio, llevaron el futbol de vuelta a las
bibliotecas y panaderías como si esto fuera un verdadero triunfo para nuestro
deporte.
El estadio se cerró al cabo de un tiempo.
Un estadio de futbol sin jugadores no es un verdadero estadio. Al final el futbol logró sobrevivir aunque
quedó herido de gravedad. Todavía se
pueden ver partidos de futbol en mi ciudad. Son difíciles de encontrar pero tal vez con un
poco de suerte uno puede ver de vez en cuando en esta o aquella panadería, un
grupito de jugadores de futbol en alguna esquina enfrascados en su juego sin
final.
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