Estimada Sra. Luna,
He decidido escribirle esta carta de
todos modos, aunque ya me han confirmado que el sistema de correo nacional no
hace entregas en la luna y mucho menos a la Luna. Así que lo que haré, después de terminarla,
es dejarla abierta sobre el techo de mi casa para que la siguiente vez que pase
sobre nosotros, la lea.
La razón de mi nota, aún no la tengo
muy clara, pero para decirlo en pocas palabras he encontrado después de
meditar algún tiempo, ciertos paralelos entre su vida y la mía.
Quisiera empezar por presentarme, pero
sospecho que los nombres humanos, para usted que es un ser casi atemporal, no
tienen mucha importancia por la gran cantidad de gente que se llama de la misma
manera. En vez de esto le contaré mi
historia, ya que con ella, podrá diferenciarme del resto.
He nacido hace algunos años en esta
tierra habitada por gigantes. No me ha
sido nada fácil sobrevivir, ya que todos me aventajan en tamaño y fuerza. La vida en este planeta en ocasiones se me ha
tornado difícil, porque muchos de estos colosos, se burlan de mi estatura y se ríen
de mi forma. A veces lo hacen solamente
por ofenderme y en algunos casos lo hacen en broma, solo para reírse y pasar un
buen rato, aunque esto de igual manera me lastima. Sin embargo con el tiempo, he aprendido a
perdonarlos y a ignorar sus insultos. Estuve
tranquilo, viviendo entre ellos y valiéndome solamente de mi ingenio para poder
subsistir.
Hace algunos días pensé: “me gustaría ser como la luna; grande y
poderoso en el cielo”. Pero después de
haberlo pensado, reflexioné y me di cuenta que usted lastimosamente tendrá que
cargar con los mismos problemas que he cargado yo duramente toda mi vida… y eso,
Señora Luna, me ha partido el alma en dos.
He tratado de no razonar en ello o tal
vez de posponer este pensamiento que me entristece, ya que aunque para mí usted
sea grande y poderosa, entre los astros del cielo, no es más que una “enana”,
igual que yo aquí en esta tierra desdichada.
Me parece escuchar a las demás estrellas riéndose por su tamaño, riéndose
de que usted no puede brillar por sí misma y que necesita la ayuda del sol, así
como yo necesito la ayuda de alguien, para brillar. Me parece escuchar cuando se burlan de su
aspecto, cráteres y sus cicatrices, igual que se han burlado de las mías. No lo soporto… y veces me parece un problema sin solución.
¿Qué culpa tenemos usted y yo, de
haber sido creados “un poco”
diferentes? ¿Será que tenemos que llevar
esta carga, mientras los demás nos pisotean y ríen, impunes y sin corrección, sencillamente
porque “no saben lo que hacen”?
No sabe cuánto me duele esto Señora Luna y más me duele pensar que
usted tendrá que enfrentarlo sola, igual que yo lo enfrenté en mis años
primeros. Me duele pensar que tal vez,
esta vida mía efímera ante sus ojos, cuando acabe, no me permitirá salir al
patio de mi casa en las noches a consolarla con un beso y un abrazo.
Lo único que puedo hacer por usted, Señora Luna, es dejarle plantado un
fuerte jardín de margaritas, las que le dicen daisys, para que retoce en él y juegue; y conjurarle a la Lluvia, que
es mi amiga también, para que cuando la insulten y se burlen de usted y la
hagan llorar, ella la cubra con sus nubes en tormenta y si es necesario la protega
con los relámpagos de su ira.
Yo la defenderé mientras viva, se lo juro, con la única arma que poseo
que es una pluma encantada, y con ella escribiré un librito que cuente su
historia y la mía sin que nadie sepa nuestros nombres, y tal vez con suerte,
cuando algún gigante lo lea, cambie y haga cambiar algunos otros más.
Me despido de usted, Señora Luna, no sin antes pedirle perdón por la
impotencia que siento al no poder hacer nada por detener estos gigantes que al
parecer también la atormentarán a usted.
Con todo el amor que
poseo.
Atentamente,
Un habitante de un
mundo lleno de gigantes.
Fotografía: "Private Moon" por Leonid Tishkov.
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