33.
Treinta
y tres es el número atómico del arsénico.
Una
espina dorsal humana normal tiene treinta y tres huesos si se cuentan los que
forman el coxis.
Treinta
y tres es, de acuerdo a la escala de Newton, la temperatura en la cual el agua
hierve.
Es
la edad en la que murió el Señor.
Treinta
y tres no es solo la representación numérica de “la estrella de David”, sino también
el equivalente numérico de la palabra “Amén”.
Es
el grado más alto de la Masonería.
La
palabra “Elohim” aparece treinta y tres veces durante la Creación en el primer
capítulo del Génesis.
Treinta
y tres es la suma de los primeros cuatro factoriales positivos.
Pudiera
seguir por un buen rato. La lista es
larga. El treinta y tres tiene,
dependiendo como se le mire, una gran cantidad de significados.
Significa
un nuevo comienzo. Sobrepasar la edad del maestro es un hecho que me reduce a la humildad.
Quisiera
que estos treinta y un años que me quedan (sé que moriré a los 64), me
hagan un mejor hombre.
Dejar
estos treinta y tres años de aciertos y desatinos atrás y empezar una nueva
partida.
Estos
años en donde tal vez equivoqué, donde tal vez hice algo inapropiado, donde tal
vez bebí demás en más de una ocasión o donde dije cosas que tal vez no debí
decir. Qué sé yo… ser la mejor versión de mí que pueda.
A
quienes ofendí: les pido perdón, yo perdonaré a quienes me ofendieron.
A
quienes defraudé: les pido una oportunidad, yo se la daré a quienes me la
pidan.
Cada
día es una oportunidad para mejorar, dicen; probémoslo.
Sinceramente,
J.
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