Hace
solamente cuatro días terminé de editar (si es que se me permite utilizar el
verbo “editar” por esta ocasión) el primer libro de mi abuelo: “Mi Legado Ocueño”. Tengo
que confesar que esta tarea ha sido una de las experiencias literarias más
profundas de mi vida.
Portada
de Mi Legado Ocueño por Ahilyn Hoo de Artefacto Estudio Gráfico
Mi
abuelo paterno nació en 1927, coincidentemente el mismo año que el Nobel
Gabriel García Márquez (quien nos ha dejado desconsolados para siempre), y ha
escrito prácticamente toda su vida por hobby
(según sus propias palabras) una gran cantidad de décimas espinelas y poemas. Mi madre tuvo la idea que hiciésemos un
pequeño poemario con una parte de su trabajo en una edición “casi familiar” de
100 copias.
Me
dieron a mí la tarea de escoger junto a él los poemas del libro, pasarlos a
digital, corregir la ortografía y arreglar métricas en las décimas que lo
requirieran. Junto a esta tarea me
entregaron un grupo de folders polvorientos llenos de rimas en un desorden
aparente.
Pero
ese “desorden aparente” poco a poco fue tomando forma; fue tomando la forma de
una vida… la vida de mi abuelo.
Editar
su libro me ha hecho conocerlo realmente.
Me ha hecho compartir sus aventuras, conocer a sus amigos, sus noches de
fiesta, ver a través de sus ojos el gran árbol del Granadino, ver la Revolución,
la firma de los tratados Torrijos-Carter, machetear junto a él en los campos de
Peñas Chatas, conocer a mi abuela cuando era una jovencita y compartir sus
noches más íntimas, olvidadas hace muchas décadas.
La
poesía de mi abuelo es simple, cotidiana, jocosa (en ocasiones) y sobre todo
sincera. Es la pluma de un campesino
herido por la pérdida de su hijo menor, de un hombre enamorado de su pueblo, de
un descendiente de los “manitos”, es la pluma de un ocueño.
La
publicación de este libro será un hecho histórico para la familia Osorio González;
será un hecho histórico para mi padre, pero sobre todo será un hecho histórico para
mí. Este es el verdadero legado de mi
abuelo, la historia de su vida en versos.
Un legado que vivirá el tiempo que nosotros, sus descendientes, lo
protejamos.
Finalmente
les dejo un poema corto que también estará incluido en esta colección.
DOS
PLEGARIAS
Bajo la oscuridad de un templo casi solitario
cómodamente sentada en un sillón
una anciana va pensando las cuentas del
rosario
mientras entre bostezos balbucea su oración.
No lejos una joven se encuentra de rodillas
rogando ante una imagen con fervoroso afán
le baña el llanto gota tras gotas las mejillas
y al verla, conmovido, suspira el sacristán.
El confesor se pregunta, detrás de su cortina,
cual de las dos plegarias escuchará el Señor
si la de la vieja beata que reza por rutina
o la que sube en alas de un derrotado amor…
La Chorrera, 1985
No hay comentarios.:
Publicar un comentario