sábado, 31 de octubre de 2015

Décima: “La leyenda del Cedrón” (La leyenda del Mojón) por Juan Pedro López

La primera vez que leí “La leyenda del Cedrón” fue en un viejo almanaque de mi hermano César.  Esta es una décima muy antigua y famosa en todo Latino América.  Fue escrita por un poeta y gran payador uruguayo llamado Juan Pedro López (1885-1945).  El verso original, llamado La Leyenda del Mojón, consta de dieciocho estrofas, sin embargo en nuestro país solo se cantan los doce pies que coloco a continuación.  Las mismas las transcribo de la voz de mi padre por lo que hay, lógicamente, diferencias de la versión original.


Payador tocando en su rancho, 1890.

(Imagen tomada de Wikipedia)


I.
Llovía torrencialmente
en la estancia del Cedrón.
Como adorando el fogón,
estaba toita la gente.
Dice un viejo de repente:
con profundo sentimiento
hoy que la lluvia y el viento
enfrían la memoria mía
contaré al que no sabía
y escúchenme muy atento.

II.
Por favor deme un amargo
para suavizar mi pecho,
porque voy a entrar derecho
al asunto, porque es largo;
haré esfuerzo, sin embargo,
y que escuche cada cual,
como de forma fatal
y de espíritu sereno,
verán como un hombre bueno
se convierte en criminal.

III.
Allá en mis años de mozo,
y perdonen la distancia,
resultó que en esta estancia
hubo un crimen misterioso.
En un alazán hermoso
llegó aquí un desconocido,
mozo lindo, distinguido,
que al hablar con el patrón
quedó en la estancia de peón,
siendo después muy querido.

IV.
Al poco tiempo no más
el amor lo picoteó,
y el mocito se casó
con la hija del capataz;
todo marchaba al compás
de la dicha y del amor,
y para gracia mayor,
Dios les mandó con cariño,
un lindo y hermoso niño
más bonito que una flor.

V.
Así pasaban los años
muy felices en su choza:
ella, alegre y buena moza;
y él fuerte y sin desengaños.
Pero motivos extraños
llegaron y la traición
deshizo del mocetón
sus más preciados anhelos,
y el fantasma de los celos
se clavó en su corazón.

VI.
El mozo esperó callado
hasta tener la evidencia,
y así fingió una ausencia
que jamás había pensado.
Dijo que tenía un ganado
que llevar pa’ la tablada,
que era una buena bolada
para ganarse unos pesos,
y así entre abrazos y besos,
se despidió de su amada.

VII.
A la siguiente mañana
a las cinco justamente,
volvió el mozo de repente
convertido en fiera humana;
de un golpe echó la ventana
al suelo hecha mil pedazos,
y avanzando a grandes pasos,
lleno de rabia y furor,
vio a su único amor 
descansando en otros brazos.

VIII.
Como un sordo movimiento
en seguida se sintió;
después un cuerpo cayó,
y otro cuerpo en el momento;
ni un quejido, ni un lamento
se escuchó en la habitación;
y pa’ cumplir su misión
al verlos allí difuntos,
los enterró a los dos juntos
a la sombra de un Cedrón.

IX.
En la estancia se sabía
que la ingrata lo engañaba,
pero a él a nadie contaba
la desgracia en que vivía;
por eso la policía
no hizo caso mayormente,
pues dijeron: "La inocente
se fue con su gavilán...,
y en cambio, los dos están
descansando eternamente."

X.
-¡Ahijuita!- gritó un paisano-,
si es verdad lo que habla el viejo,
¡ése era un hombre parejo!
¡Yo le besaría la mano!...
¡Mijito yo fui el villano
venga mijo béseme
yo fui mijo el que maté
a tu madre desgraciada,
porque en la cama abrazada
con otro hombre la encontré.

XI.
Venga acá viejo querido
dijo el mozo sin encono;
venga, viejo lo perdono
por lo mucho que ha sufrido;
pero ahora, tata, le pido
que no la maldiga más,
que si fue mala y audaz,
por mí, perdónela, padre,
que una madre siempre es madre.
Déjela dormir en paz...

XII.
Los ojos de aquella gente
con el llanto se inundaron,
y todos mudos quedaron
bajo un silencio imponente;
volvió a decir nuevamente:
-Allí están, en el Cedrón,
y poniendo el corazón
el anciano en lo que dijo,
le pidió perdón al hijo
y el hijo le dio el perdón.