miércoles, 30 de diciembre de 2015

Décima “Tiene muy lindo color” por Agustín Rodríguez

No quisiera que pasara diciembre sin compartir otra de esas décimas viejas que he estado compartiendo una vez al mes.  En esta ocasión quiero presentar unos versos de Agustín Rodríguez los cuales escuché en un casete de los que mi padre conserva en su cajón.  Es posible que la misma haya sido una improvisación por algunos detalles que noté en la parte final, sin embargo no deja de ser una espinela de admirable belleza.  Aquí les dejo, a la luz del prisma, “Tiene muy lindo color”…

Dawn's Early Light por Michael Humphries  

I.
Tiene muy lindo color
la mariposa liviana
mil encantos la mañana
la estrella brota fulgor.
Perfume tiene la flor
misterio una fuente pura
el campo tiene lindura
el viento canciones suave
dulce gorjeo tiene el ave
yo solo tengo amargura.

II.
Tiene mil brisas el día
lo silvestre brota el suelo
y pureza tiene el cielo
que cubre a la patria mía.
Tiene suave melodía
los campesinos cantares
y calma tienen los mares
después de los aquilones
todos tienen ilusiones
yo solo tengo pesares.

III.
Entre sus flecos la aurora
tiene mil encantos presos
dulzura tienen los besos
de una mujer que se enamora.
La guitarra cuando llora
también tiene su terneza
la noche tiene grandeza
que en sus misterios estampa
lindura tiene Las Pampas
yo solo tengo tristeza.

IV.
Todos tienen una novia
un amor una esperanza
y yo a medida que avanza
el tiempo solo me agobia.
Solo me queda la fobia
de un divino resplandor
jamás pienso en el amor
jamás pienso en otras cosas
todos tienen una esposa
yo solo tengo dolor.

V.
Tiene la patria feliz
una bandera, un escudo
mientras yo vivo desnudo
sin frijol y sin maíz.
Tal vez el huerto el desliz
la patria tiene grandeza
el campesino pureza
y una mujer dulzura
mas como el tiempo me apura
yo solo tengo tristeza.

martes, 8 de diciembre de 2015

VIGNETTE No. 5 - La mujer más bonita - *Sin editar*

Le digo que la vi, amigo.  Fue hace muchos años que ya casi ni me acuerdo.  Pero sí la vi, porque si no, no le estuviera diciendo nada.  Yo no soy hombre de mentiras.  No recuerdo los detalles; donde o exactamente cuándo, pero recuerdo algunas circunstancias.  Eso sí lo recuerdo.   Yo tenía un pie fracturado, o tal vez los dos, o quién sabe si los dos y un brazo.  Estaba en cama.  Con los huesos en pedazos como quien dice.  No una cama cualquiera, sino en un catrecito de lona blanca que me hizo un viejo ebanista del barrio.  Muy cariñoso el viejo ese.  Tal vez era un hospital, tal vez era mi casa; comprenda que me falla la memoria.  Yo estaba exhausto del dolor.  El dolor no me dejaba dormir en las noches ni de día tampoco.  Cansado de resistir, peleando una batalla perdida; así me encontraba.  Fue un día de estos, de estos miles días de dolor que pasé (que gracias a Dios ya pasaron); un día de estos fue que la vi.  La recuerdo vívidamente.  Creo que la recordaré hasta el día en que me muera.  Ojalá sea el último recuerdo que tenga en mi mente cuando fallezca.  Salió de una de las habitaciones contiguas.  Venía barriendo y cantando y bailando.  Fue como ver a la virgen, solo que más bonita por calle.  Tenía el cabello negro, largo, su piel blanca, labios delgados y unos ojos grandes y bonitos como nunca más los he vuelto a ver.  Era joven.  Tal vez mayor que yo, tal vez menor.  Quién sabe.  Venía cantando.  Todavía recuerdo su voz.  Cantaba una de Camilo Sesto, o Roberto Carlos, o Julio Iglesias, o Rudy la Escala, o Roció Durcal o tal vez todos a la vez.  La cosa es que venía cantando, amigo.  Y con su voz me sacó por unos minutos del hastío y del cansancio.  Y en medio de toda mi desgracia me hizo sonreír.  Y ella bailó alrededor del catre.  Con su trajecito rojo de bolitas blancas.  Y yo la seguía con la mirada y ella me sonreía y yo le sonreía también.  Y le dije que se casara conmigo, casi sin conocerla, que yo la iba a hacer feliz para siempre.  Ella no me respondió.  Y cantamos un buen rato.  Cantamos una mañana entera, o una tarde entera.  No sé.  Usted no se imagina lo que es recordar aquella visión tantos años después.  Era ella, amigo: la mujer más bonita.  No le hablo tonterías.  Era la mujer más bonita, y el que me contradiga puede irse al carajo.  La tuve un ratito esa mañana.  Bailando y cantando para mí.  Y después se fue.  Y la he buscado por años sin encontrarla en las miradas de las mujeres en la calle.  Con la esperanza de verla de nuevo, aunque sea un momento más.  Sé que reconocería esos ojos en donde fuera.  A veces creo que la he perdido para siempre.  Pero otras veces creo que nunca la he perdido y nunca la voy a perder.  Y le digo que yo daría cualquiera cosa.  Incluso dejaría que me rompieran una pierna, o las dos, o si quieren las dos y el brazo izquierdo y que me acostaran en el mismo catre, en la misma sala, en el mismo año aquel.  Y que me dejaran preso en el tiempo con ella, sin envejecer, los dos atrapados en la misma salita cantando por siempre.  Le digo que yo daría cualquiera cosa, amigo, todo para verla aunque fuera una vez más…

Para la mujer más bonita,
Ana Aracely Barahona Montenegro,
mi mamá.