El nivel de discriminación que todavía existe en
nuestro país para con las personas discapacitadas es sencillamente
inaceptable. No solo en el ámbito de la accesibilidad que en ocasiones es
inexistente y en otras, deficiente, o en el campo laboral en donde una persona
con necesidades especiales tiene mucho más dificultad para encontrar un empleo,
sino también en el ámbito educacional.
Esta
es la difícil situación que estuve viviendo con mi familia en días pasados y
que muchas otras familias de nuestro país, callan. Increíblemente un
número de colegios de mi ciudad (cuyos nombres me reservaré por el momento), le
negaron la admisión a mi hija pequeña por ser una paciente de Osteogénesis
Imperfecta, sugiriendo buscar colegios “especiales” o “inclusivos”,
solicitándome diagnósticos médicos y otros documentos para someter su
inscripción al comité de directivos.
En principio no tenía
deseos de escribir al respecto porque el nivel de impotencia y frustración que
sentía era demasiado, pero en este tipo de circunstancias es
necesario levantar la voz.
Por
fortuna y gracias a Dios, Milk and Honey Academy, nos ha abierto las puertas
para que Luna reciba una educación de calidad en un ambiente realmente
inclusivo, porque la inclusión va mucho más allá de poner un hashtag en las
redes sociales; la inclusión es luchar por la igualdad y las mismas
oportunidades para todos.
Quisiera terminar por
agradecer a las decenas de personas que me han contactado a través de las redes
sociales y por teléfono para solidarizarse y expresar su apoyo ante esta
situación y de manera muy especial al H.D.S. Agustín Sellhorn, quien sin yo
habérselo pedido, valientemente elevó este tema a la Asamblea Nacional de
Diputados.
La lucha
por la #inclusión es un tema que nos concierne a todos.