miércoles, 31 de diciembre de 2014

... (Cuento Corto) - *Sin Editar*

Para Javier Long

Y de pronto, en medio de la niebla de hollín, en medio del sonido de la pólvora y de las oraciones de mi abuela, vi acercarse a un hombre negro, alto, corpulento, calvo y con una cicatriz grande en la parte izquierda del rostro.  Se detuvo frente a mí por un momento, y después de tomarse un trago de la botella del whiskey barato que traía en su mano, justo cuando nadie nos observaba, cuando todos miraban las luces en el cielo y celebraban la muerte del año, el misterioso peregrino me dijo con una voz ronca, seca y difícil de olvidar: ¡hay dos puestos!, y luego fue como si se marchara para siempre.  Nunca más le he vuelto a ver.  Pero hay veces, en noches como la de hoy, que creo escucharlo todavía caminando por allí…


martes, 2 de diciembre de 2014

Poema: El Silencio por Leonor Osorio

Entre los papeles de mi abuelo he encontrado esta pequeña joya familiar titulada: El Silencio.

Mi abuela Josefina González falleció hace algunos años, dejando a mi abuelo en una viudez difícil que de vez en cuando evade con la botella.  Estos versos me transportan a una de esas noches en que él llega tarde a casa y, me imagino, encuentra a mi abuela esperándole dormida en el sillón.

Este poema también estará incluido en el libro Mi Legado Ocueño que, si Dios nos lo permite, esperamos publicar el próximo año.


Pintura: Siegfried und Brunnhilde de Charles Ernest Butler

EL SILENCIO

Al entrar en su alcoba la encontré sumergida
en su viejo sillón de rústica madera
donde solo a través del cristal de la vidriera
la luna diáfana penetraba entristecida.

La noche de gris se tornaba, triste y desierta
al dar las doce en la vecina estancia
sentí que emanaba una fragancia
como de lirios místicos o de rosas muertas.

¡Qué noche tan feliz!; la besé dormida
en su rostro angelical a mi manera
cual sediento peregrino se desespera
por el líquido vital que devuelve la vida.

Al amanecer un ángel del cielo tocó la puerta
como me encontraba cerca de su lecho
sentí vacilar y palpitar mi pecho
en seguida murmuré: “no latas, que la despiertas”.


Leonor Osorio Tejedor
La Chorrera, 1986